Monday, December 31, 2012
Historias para soñar
"¿Qué hacían los salvajes alrededor del fuego? ¿Preparaban lo que iban a hacer el día siguiente? ¿Planificaban el trabajo, la caza, la pesca? No, Turco, vos sabés que no. Se contaban historias. Historias de espíritus y aparecidos, de magia, del mundo de los muertos. Esos ritos no los preparaban para enfrentar el día siguiente, los preparaban para dormir, para soportar ser nada como todavía lo somos, y poder soñar".
Salvador Benesdra, en El traductor.
Sunday, December 30, 2012
Wednesday, December 12, 2012
Mirándonos
Una tarde de marzo nos encontramos en un cine de la calle 24: nos pareció gracioso que ambos estuviéramos solos viendo películas en blanco y negro (había un ciclo de Buñuel, esa tarde daban Simón del desierto, me dormí a los quince minutos). Intercambiamos teléfonos para tomarnos un café al día siguiente, y al día siguiente dejamos el café a medio tomar cuando nos dimos cuenta, en plena conversación banal, de que no nos interesaba contarnos las vidas, sino irnos a algún lugar donde pudiéramos acostarnos y pasar el resto de la tarde mirándonos los cuerpos que llevábamos imaginando, cada uno por su cuenta, desde que nos habíamos cruzado por primera vez en el espacio frígido de las aulas.
Tuesday, December 11, 2012
Algo silencioso y lejano
Y entonces hubo unos segundos de silencio, excepto la canción moribunda de los pájaros, las voces de la calle, los sonidos débiles, los gritos y las llamadas que se perdían y algo silencioso del atardecer, algo lejano, inmenso y susurrante, que había en el aire.
Thomas Wolfe, en No hay puerta.
Wednesday, October 31, 2012
El cuadro
Solíamos verle de vez en cuando en el Hotel Carlyle. Sería exagerado llamarle amigo, pero F. era un viejo conocido, y mi mujer y yo siempre esperábamos ilusionados su llegada cuando llamaba para anunciar que venía a la ciudad. Contrariamente a todas las demás personas que hemos conocido, no tenía que trabajar para vivir. Su familia pertenecía a la clase alta francesa, y como demás se había casado con una mujer que tenía aún más dinero que él, F. era libre de hacer lo que se le antojara. Lo que nos parecía admirable de él —aparte de su inteligencia y amabilidad— era la pasión con que se entregaba a sus aficiones. Tal vez no tenía necesidad de trabajar para vivir, pero trabajaba muchísimo. Era un prolífico poeta, autor de muchos libros de los que podía enorgullecerse, y también una de las principales autoridades del mundo en Henri Matisse. Tanta era su reputación, de hecho, que un importante museo francés le había pedido que organizara una extensa exposición de la obra del pintor. F. no era comisario profesional, pero se había entregado a la tarea con gran energía y competencia. Su idea era reunir todos los cuadros de Matisse de un período concreto, de cinco años de duración, perteneciente a la parte central de su carrera. Se trataba de decenas de lienzos, y como estaban desperdigados por todo el mundo en colecciones privadas y museos, F tardó varios años en preparar la exposición. Al final sólo hubo una obra que no pudo encontrar, pero era crucial, la obra clave de toda la exposición. F. había sido incapaz de descubrir quién era el propietario, no tenía ni idea de dónde estaba el cuadro, y sin él se malograrían años de viajes y meticuloso trabajo. En los seis meses siguientes se dedicó en exclusiva a buscar ese lienzo, y cuando lo encontró, resultó que durante todo ese tiempo había estado a pocos metros de él. La propietaria era una mujer que vivía en un apartamento del Hotel Carlyle. El Carlyle era el hotel favorito de F, y en él se alojaba siempre que venía a Nueva York. Y no sólo eso, sino que el apartamento de la mujer estaba situado justo encima de la habitación que F. siempre reservaba para él: a sólo un piso de distancia. Lo que significaba que cada vez que F. iba a dormir al Hotel Carlyle, preguntándose dónde podía hallarse la misteriosa pintura, ésta colgaba de una pared justo encima de su cabeza. Como una imagen soñada.
Paul Auster en Experimentos con la verdad
Saturday, October 27, 2012
Tan poco
Los versos significan tan poco, cuando se ha escrito joven.
Se debería esperar y saquear toda una vida, a ser posible una larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como creen algunos, sentimientos (se tienen siempre demasiado pronto), son experiencias.
Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las florecitas al abrirse por la mañana. Es necesario poder pensar en camiones de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar; en días de infancia cuyo se mortificaba cuando traían una alegría que no se comprendía (era una alegría para otro); en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en las habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que temblaban muy alto y volaban con todas las estrellas –y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra, de gritos de parturientas, y de leves, blancas, durmientes paridas, que se cierran. ES necesario aún haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que vienen a golpes. Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues, los recuerdos mismos, no son aún esto. Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso.
Rainer María Rilke, en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge
Wednesday, September 26, 2012
Una especie de necesidad
George Bataille escribió sobre esto en su prólogo a El azul del cielo. El dice que todo libro real nace de un momento de pasión y luego pregunta: "¿Cómo podemos leer libros que no nos sentimos ansiosos de leer?". Creo que tiene toda la razón: siempre hay algo impreciso que nos hace atender la obra de un autor, algo que no podemos definir, pero que resulta fundamental.
Paul Auster en una entrevista que le hizo el crítico Joseph Mallia.
Saturday, September 15, 2012
Agua fría
— ¿En qué estás pensando?
— En nada, en nada —dijo sobresaltado Salavín. Y añadió, al cabo de unos segundos—: me estaba ahogando.
— ¿Ahogándote?
— Sí, con la imaginación. Muchas veces me sucede.
— ¿Ahogándote... en el agua?
— Sí, en el agua fría, por la noche.
No dijo nada más e incluso se despidió de Edouard con cierta brusquedad.
George Duhamel, en Dos hombres.
Saturday, September 1, 2012
Hoy
Thursday, August 30, 2012
Con la misma obstinación
(...)
Nos hemos resignado con el hecho de que, aunque la mayor parte del tiempo en contra de nuestra voluntad, tenemos que existir, porque no nos queda otro remedio y sólo porque una y otra vez, cada día y cada minuto nos resignamos de nuevo a ello, podemos continuar. Y hacia dónde avanzamos, si somos sinceros, nos es conocido, hacia la muerte, pero la mayor parte del tiempo nos guardamos de confesarlo. Y por esa conciencia de no hacer otra cosa que ir hacia la muerte y porque sabemos lo que eso significa intentamos disponer de todos los medios posibles para apartarnos de ese conocimiento y así no vemos en este mundo, si miramos bien, más que personas ocupadas continua y perpetuamente en ese apartamiento. Todas las personas, cualesquiera que sean, están dominadas por ese proceso, el de apartarse de la muerte que en todos los casos tienen delante, había pensado.
Thomas Bernhard, en Sí.
Sunday, August 12, 2012
En realidad
En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.
Roberto Arlt, en el prólogo a Los lanzallamas.
Sunday, July 22, 2012
Hoy
¿Mejorar para llegar a qué?
¿Para ganar algo?
¿Para ser mejor?n
¿Repetir por repetir?
¿O repetir para no pensar?
Monday, July 16, 2012
Un simple detalle
La tensión de su trabajo se resume en lo siguiente: no se es nadie ni nada, se aborda el mundo a partir de cero, y la estrategia de que se dispone prescribe, justamente, que el artista debe replantear día tras día su estrategia.
Juan José Saer, en Concepto de ficción.
Saturday, July 14, 2012
Esfuerzo
Thursday, July 5, 2012
Las tinieblas
Roberto Arlt, en Los siete locos.
Wednesday, June 27, 2012
Reaccionar contra lo que nos ofende
Las perturbaciones, las ansiedades, las depravaciones, la muerte, las excepciones en el orden físico o moral, el espíritu de negación, los embrutecimientos, las alucinaciones favorecidas por la voluntad, los tormentos, la destrucción, las lágrimas, las insaciabilidades, las servidumbres, las imaginaciones penetrantes, las novelas, lo inesperado, lo que no debe hacerse, las peculiaridades químicas del buitre misterioso que acecha la carroña de alguna ilusión muerta, las experiencias precoces y abortadas, las oscuridades con caparazón de chinche, la terrible monomanía del orgullo, la inoculación de los estupores profundos, las oraciones fúnebres, las envidias, las traiciones, las tiranías, las impiedades, las irritaciones, los despropósitos agresivos, la demencia, el soleen, los terrores razonados, las inquietudes extrañas que el lector preferiría no sentir, las muecas, las neurosis, las hileras ensangrentadas por las que se hace pasar la lógica que no tiene salida, las exageraciones, la falta de sinceridad, los parloteos, las vulgaridades, lo sombrío, lo lúgubre, los partos peores que los asesinatos, las pasiones, el clan de los novelistas de tribunales, las tragedias, las odas, los melodramas, los extremos presentados perpetuamente, la razón silbada impunemente, los olores de gallina mojada, las insipideces, las ranas, los pulpos, los tiburones, el simún de los desiertos, todo aquello que es sonámbulo, turbio, nocturno, somnífero, noctámbulo, viscoso, foca parlante, equívoco, tuberculoso, espasmódico, afrodisíaco, anémico, tuerto, hermafrodita, bastardo, albino, pederasta, fenómeno de acuario y mujer barbuda, las horas repletas de desaliento taciturno, las fantasías, las acritudes, los monstruos, los silogismos desmoralizadores, las basuras, lo que es irreflexivo como el niño, la desolación, ese manzanillo intelectual, los chancros perfumados, los muslos con camelias, la culpabilidad de un escritor que rueda por la pendiente de la nada y se desprecia a si mismo con gritos jubilosos, los remordimientos, las hipocresías, las perspectivas imprecisas que os trituran con sus engranajes imperceptibles, los severos escupitajos sobre los axiomas sagrados, la piojería y sus cosquilleos insinuantes, los prefacios insensatos como los de Cromwell, de la señorita de Maupin y de Dumas hijo, las caducidades, las impotencias, las blasfemias, las asfixias, las sofocaciones, las rabias; frente a esos inmundos osarios que con sólo nombrarlos enrojezco, es hora de reaccionar contra lo que nos ofende y nos doblega autoritariamente.
El conde de Lautréamont
Saturday, June 23, 2012
Se sentía feliz
Me sentía feliz en esa caminata, un poco embotado, con el cuerpo calmo, irrigado por una sangre tan dulce como la lluvia que caía. En el puente pasé por detrás de una forma inclinada sobre el parapeto, que parecía contemplar el río. Al acercarme distinguí a una joven delgada, vestida de negro. Entre los cabellos oscuros y el cuello del abrigo veía sólo una nuca fresca y mojada a la que no fui insensible. Pero después de vacilar un instante, proseguí mi camino. Al llegar al extremo del puente tomé por los muelles en dirección de Saint-Michel, donde vivía. Había recorrido ya unos cincuenta metros más o menos, cuando oí el ruido, que a pesar de la distancia me pareció formidable en el silencio nocturno, de un cuerpo que cae al agua. Me detuve de golpe, pero sin volverme. Casi inmediatamente oí un grito que se repitió muchas veces y que fue bajando por el río hasta que se extinguió bruscamente. El silencio que sobrevino en la noche, de pronto coagulada, me pareció interminable. Quise correr y no me moví. Creo que temblaba de frío y de pavor. Me decía que era menester hacer algo en seguida y al propio tiempo sentía que una debilidad irresistible me invadía el cuerpo. He olvidado lo que pensé en aquel momento. "Demasiado tarde, demasiado lejos... ", o algo parecido. Me había quedado escuchando inmóvil. Luego, con pasitos menudos, me alejé bajo la lluvia. A nadie di aviso del incidente.
Albert Camus, en La Caída
Sunday, June 10, 2012
Límites
“Lo que sucede — concluí yo— es que la realidad se manifiesta en planos y gradaciones diferentes que van desde la realidad relativa del universo manifestado hasta la realidad absoluta de su admirable Manifestador: de tal suerte, la mariposa que cierta noche sonó Chuang Tsé, filosofo, es tan real como Chuang Tsé mismo”.
Leopoldo Marechal, en Megafón, o la guerra.
Tren de medianoche
Ray Bradbury, en una nota a la revista Paris Review.
Sunday, May 27, 2012
Algo en la vida
"Todos nos inventamos historias diversas (que en el fondo son siempre la misma), para imaginar que nos ha pasado algo en la vida. Una historia o una serie de historias inventadas que al final son lo único que hemos vivido. Historias que uno mismo se cuenta para imaginarse que tiene experiencias o que en la vida nos ha sucedido algo que tiene sentido".
Ricardo Piglia, en Respiración artificial
Wednesday, May 9, 2012
Hoy
Paola Kaufmann, en El salto.
Wednesday, April 4, 2012
Erizos

Sunday, April 1, 2012
De las flores la piedad
Apurar, cielos, pretendo, Sólo quisiera saber Nace el ave, y con las galas Nace el bruto, y con la piel Nace el pez, que no respira, Nace el arroyo, culebra En llegando a esta pasión, Pedro Calderón de la Barca, en La vida es sueño. |
Tuesday, March 27, 2012
Monday, March 26, 2012
El azul de las pequeñas ciruelas maduras
Wednesday, March 21, 2012
Multitudinario
Saturday, March 17, 2012
La más servil de todas las actitudes
Virginia Woolf, en El cuarto propio.
Friday, March 16, 2012
Un sueño intranquilo y ruidoso
Había momentos en que el propio pasado te volvía, como a veces cuando uno no tiene ni un momento para sí; pero volvía en forma de un sueño intranquilo y ruidoso, recordado con asombro en medio de las realidades abrumadoras de ese extraño mundo de plantas, y agua, y silencio.
Joseph Conrad, en El corazón de las tinieblas.
Sunday, March 4, 2012
Camus II
Camus I
El juego consistía entonces en avanzar contra el viento, levantando la palma cada vez más. El vencedor era el que podía llegar primero al extremo de la terraza sin que el viento le arrancase la palma de las manos, permanecer de pie enarbolándola en la punta de los brazos, con todo el peso apoyado en una pierna adelantada, y luchar victoriosamente y durante el mayor tiempo posible contra la fuerza rabiosa del viento. Allí, erguido, dominando aquel parque y aquella meseta bullente de árboles, bajo el cielo surcado a toda velocidad por enormes nubes, Jacques sentía que el viento venido de los confines del país bajaba a lo largo de la palma y de sus brazos para llenarlo de una fuerza y una exultación que le hacía largar largos gritos, sin parar, hasta que, con los brazos y los hombros rotos por el esfuerzo,, abandonaba por fin la palma que la tempestad se llevaba de golpe junto con sus gritos. Y por la noche, en su cama, deshecho de cansancio, en el silencio del cuarto donde su madre dormía con un sueño ligero, seguía oyendo aullar el tumulto y el furor del viento, que amaría toda su vida.
Friday, March 2, 2012
Aullar en silencio
Wednesday, February 29, 2012
Escritores fallidos
Tuesday, February 28, 2012
Un suave y siniestro sonido
Friday, January 20, 2012
Chapó
—Yo también escribí un comunicado esta mañana —dice, y, sin otra aclaración, se pone a leer lo que está escrito en la hoja: En uno que se moría / mi propia muerte no vi, / pero en fiebre y geometría / se me fue pasando el día / y ahora me velan a mí. El matemático, que ha entrecerrado los ojos y ha adoptado una expresión de placer anticipándose a la lectura, para demostrar sin duda —y sin duda a causa de la presencia de Leto— que ya ha gozado muchas veces de la prerrogativa de una lectura privada de los poemas de Tomatis, el Matemático, digo, cuando Tomatis termina su lectura, lenta y un poco aflautada, pero bastante monocorde, se vuelve hacia Leto interrogándolo con ojos extasiados. Y Tomatis, haciendo, como dicen, silencio, se pone a mirar, con indiferencia deliberada, la vereda soledada, el cielo azul, los autos, la gente que pasea por la calle. Soberbio, se apresura a decir el Matemático. Y Leto, después, por el contrario, de una vacilación: ¿No podrás leerlo de nuevo? Hay cosas que se me escaparon.
Una sombra tenue pasa, rápida, por la cara de Tomatis. Sin haberlo pensado nunca, sbe que un pedido de relectura es una forma velada de indicar que el efecto buscado por el lector no ha alcanzado al oyente y que el oyente, o sea Leto, ¿no?, para no verse en la obligación de ensalzar lo que no le ha hecho ningún efecto, utiliza el pedido de relectura con fines dilatorios y también para preparar, durante la relectura, un comentario convencional que deje satisfecho a Tomatis. Pero en rigor de verdad, Leto no lo ha escuchado: mientras leía, recuerdos desteñidos, sin orden, y casi sin imágenes ni contenido, lo han arrancado de la mañana de octubre, llevándolo muchos meses atrás, al período durante el cual, gracias a la diligencia de Lopecito y a causa de la fuga compulsiva de Isabel, se han venido a vivir a la ciudad. Leto percibe la humillación leve, a su juicio injustificada, de Tomatis, cuando comienza a leer por segunda vez el poema y siente, sobre todo, mientras asume una expresión mucho más atenta que la que hubiese bastado a una atención natural, la mirada que clava en su rostro, desde un poco más arriba que su cabeza, el Matemático, quien parece haber asumido, solidarizándose con Tomatis, un control severo sobre la emoción estética que, perentoria, la lectura debe despertar en él, control que, desde luego, produce un efecto inverso al deseado, ya que por su presión excesiva sobre Leto se convierte en un motivo de distracción. La voz monocorde, aflautada y lenta de Tomatis, un poco diferente de su voz natural, va profiriendo las sílabas, las palabras, los versos del poema, estructurando, gracias a su entonación artificial, un fragmento sonoro de esencia paradójica, como se dice, ¿no?, que al mismo tiempo pertenece y no pertenece al universo físico.así, físico, ¿no?, que es, también, otro modo que tienen de decirle a eso, el magma ondulatorio y material, tan desmedido en su exterioridad, menos apto al rito que a la deriva, aunque el animal soñoliento que lo atraviesa, fugaz, sospechando su existencia, se obstine en naufragar contra él en asaltos clasificatorios y obcecados. Austera o lapidaria, la voz de Tomatis declama: En uno que se moría / mi propia muerte no vi, / pero en fiebre y geometría / se me fue pasando el día / y ahora me velan a mí.
— Redondo —estima por fin Leto.
Juan José Saer, en Glosa.
Tuesday, January 17, 2012
Cruzan
Thursday, January 12, 2012
Veracidad
Cuenta Juan Villoro que cuando Tomás Eloy Martínez escribía Santa Evita pensó a Perón y a su esposa en el Luna Park: la primera vez que se vieron, ella se acercó y le dijo una frase al oído.
Tomás Eloy se preguntó qué podría haber dicho, y decidió, conjeturando, que fuera: “gracias por existir”.
Tiempo después, en un museo del peronismo, descubrió esas palabras, enmarcadas en una vitrina.
Escribió una carta entonces, dirigida al director del museo, donde le contaba que él había inventado esa frase, para justificar su novela.
Recibió una andanada de respuestas de organizaciones peronistas:
¿Quién se creía que era para refutar la veracidad de tamaño hecho histórico?