Wednesday, November 26, 2008

Otra instantánea



Y le decimos al tipo que sí. Que quizás sea la pila. Que no importa. Lo que importa, en realidad, aunque no se lo decimos, es que suelte la cámara, que deje de mover los dedos rápido sobre el aparato.

Cambien la pila y cualquier cosa me la traen y la vemos, ¿eh?

Y volvemos a decir que sí sabiendo que no vamos a volver. Creo que es mejor que yo desarme la cámara, pieza por pieza, y después no pueda volver a armarla que dársela a este tipo y esperar a ver qué hace, digo. Ella asiente con desconfianza. Bueno, quizás no sea lo mejor: Es una metáfora. Ya sé, tonto, dice y se ríe como sabe reírse.

Y vamos a un bar. Café con leche, mitad y mitad, pide ella, y tres medialunas de grasa. Lo mismo que ella, digo yo. La moza sonríe y se va. Pienso que tener que sonreír es desgastante.

Agarro unos diarios de la mesa de al lado, diarios locales que desparramo sobre la mesa. Saco la cámara del estuche.

Qué cagada que no salgan las fotos. Quizás sea la pila. Puede ser, porque a veces saca y a veces no. Y oprimo el botón, y de nuevo el click.

Ninguno de los dos dice: “Ah, pero funcionaba”. Ninguno de los dos dice nada. Al rato, la moza trae los cafés con leche.

Saturday, November 22, 2008

Instantánea


“¿No anda esta cámara?”, dice el tipo de la casa de fotografía antes de que podamos avisarle que lo único que hace falta para sacar una foto es que oprima el disparador. “¿Qué tiene?”, dice, mueve los dedos rápido, como si estuviera nervioso.

“Funciona”, responde uno de los dos y le contamos que el problema es que, a veces, se traba el disparador y no podemos sacar las fotos que queremos sacar, lo que nos provoca enojo, o mal humor.

“Ah, entonces saca”, se sorprende, aunque actúa como si no hubiera escuchado lo que le acabamos de decir, porque gira el anillo de enfoque para un lado y para otro, con fuerza y, de pronto, aprieta el botón.

Se oye “clic”. Entonces el tipo, con expresión de sorpresa, dice: “Ah, pero funciona”.

Monday, November 17, 2008

Opinión

"El periodismo es destructivo para el periodista. Y no es ético. Porque no es ético consignar información que uno no pueda vivir, verificar, sentir. La esencia de nuestra vida es lo que sentimos. Si la información no les sirve a los sentimientos, es como comer algo que no es comestible".

Tomasz Piatek, escritor polaco, invitado al FILBA.

Wednesday, November 12, 2008

Hoy

"La literatura es un lujo, la ficción una necesidad".


G. K. Chesterton

Thursday, November 6, 2008

Desnudarse en público no es una tarea fácil (parte dos)*



NON SEXUAL JOURNALIST

Como en todos los ambientes, en el nudismo hay grupos y subgrupos. Hay alianzas, acuerdos y también oposiciones. En los foros de internet, la división es taxativa: nudismo familiar, nudismo para adultos con respeto de las normas del nudo naturismo (no se permite el ingreso de menores) y nudismo para adultos (a secas). “Muchos disfrutan el contacto con la naturaleza, pero otros buscan sexo. Ambas posturas son respetables: Lo importante es que la gente sepa dónde va, para que después no haya sorpresas ni problemas”, explica Eduardo, creador de la página web Sernudista.com.



Los nudonaturistas —practicantes del nudismo familiar— integran el grupo más cerrado. Sus conceptos son rígidos. Para ellos, el nudismo está lejos del apasionamiento sexual. Sacarse la ropa se interpreta como “la máxima prueba a la que se someten hombres y mujeres relacionándose sin prejuicios en la búsqueda primaria de una amistad profunda”.


Epicuro es su padre filosófico. El placer constituye el bien supremo y la meta más importante en la vida. Pero los placeres son intelectuales y no sensuales, ya que estos tienden a perturbar, íntegra, la paz del espíritu. En resumen: de sexo ni hablar.


Se comportan como una especie de pastores evangélicos de la desnudez. Tratan de convencer, insisten, aseguran que si uno prueba, sin dudas, va a repetir la experiencia. No hay forma de que alguien que se anime a disfrutar de un baño sin malla, se prive de ese placer en lo que le queda de vida.


En la Argentina, están nucleados en la Asociación Para el Nudismo Naturista Argentino (APANNA), tienen personería jurídica y siguen las reglas de la Federación Internacional de Naturismo, sintetizadas en un código de convivencia. No fotografiarás a nadie sin permiso. Reservarás los actos eróticos al ámbito privado. Usarás una toalla para sentarte. No consumirás “drogas ilegales”, no mantendrás actitudes hostiles, no harás gestos obscenos y así. “La observancia de estas sencillas normas hará más placentera la estadía de todos; quien las transgreda podrá merecer —según la gravedad de la falta— desde una advertencia hasta la expulsión”.


Los nudonaturistas temen que los tilden de pervertidoonanistas libertinopedófilos orgiásticoswingers exhibiocionistamasturbadores. Tienen pánico. Saben que, si alguna vez, incluso por error o casualidad, alguien se sintiese acosado en un recreo y el hecho se conociera, el mundo caería sobre sus cabezas.


"Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que el día que comáis del fruto del árbol que está en el medio del huerto, serán abierto vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Y como la manzana era el fruto del pecado en el Jardín del Edén, la insinuación sexual es lo prohibido en el mundo nudo naturista. Y quien ose transgredir esas reglas, quien se anime a dar un mordisco, a liberar su instinto pecaminoso, será echado del huerto, para que labre la tierra de donde fue tomado.


Una vez por año, realizan “la maratón desnuda”. Tres kilómetros y medio en las sierras, sin más que un par de medias y zapatillas. Entre los invitados, hay corredores profesionales ajenos al ambiente. Al final de la competencia, una nudonaturista de raza le muestra fotos a uno de ellos. Todo va bien hasta que él, con un gesto demasiado preciso como para ser espontáneo, indica: “a ver esa” y roza, sutil pero firme, el pezón izquierdo, de arriba hacia abajo. “¿Qué hacés, imbécil?”, dice la chica. El hombre se disculpa acongojado. Es tarde. Ya mordió la manzana. En un rato —horas, quizás minutos— recibirá el mensaje de expulsión.


FIESTAS, ORGIAS, GRANDES QUILOMBOS


Si los lugares nudonaturistas representaran el paraíso, Palos Verdes, un campo de seis hectáreas en Moreno, Provincia de Buenos Aires, sería el Infierno. Aquí, a 60 kilómetros de Capital Federal, el fruto prohibido se alcanza con solo estirar el brazo.


Vestido, el dueño del lugar Ricardo Peralta comenta que el instinto no puede ignorarse, que los orgasmos “son algo fantástico”. A unos cincuenta metros, acostada sobre el pasto, una mujer lame el pene de su pareja como si con la lengua tratara de sacarle lustre.


Aquí, reina la calentura. “El templo de la diosa afrodita” es una especie de galpón con largos sillones. El que entra sabe lo que va a hacer y acepta lo que otros dispongan. Según cuenta Ricardo, en el lugar se han hecho “fiestas, orgías, grandes quilombos”. Y detalla: una señora sin dientes que practicaba sexo oral al que se ubicara en la fila. Una mujer culta, Verónica, de apariencia tranquila, “que se ponía en cuatro y pedía que fueran pasando”. A veces, eran cinco o seis los que la penetraban. Otras, llegaban a quince.


La esposa de Ricardo, Estela, no entiende a los nudistas. “Todo el tiempo hablan de libertad pero siempre llevan una toalla, como si la tuvieran atada”, dice irónica.


Sonreís. Tampoco entendés. Nadie te dice no mires, pero, está implícito, no tendrías por qué hacerlo. Te sentís incómodo, ridículo, vulnerable. Muy desubicado. No encontrás razones para sacarte la ropa. Ellos dicen que quien lo hace, lo repite. Que no hay forma de que alguien que se anime a disfrutar de un baño sin malla, se prive de repetir esa sensación en lo que le queda de vida. Sin embargo, sabés, esa libertad no alcanza. Haría falta mucho más que el placer de sentir el aire en las partes para animarte de nuevo y volver a comprobar que desnudarse en público no es una tarea fácil.