Salavín cayó en una profunda meditación. Edouard fue comiéndose todas las almejas y vació su doble de cerveza. Salavín seguía soñando; con la barbilla apoyada en el pecho. En cierto momento su cara tomó una expresión tan penosa que Edouard le puso una mano sobre el hombro.
— ¿En qué estás pensando?
— En nada, en nada —dijo sobresaltado Salavín. Y añadió, al cabo de unos segundos—: me estaba ahogando.
— ¿Ahogándote?
— Sí, con la imaginación. Muchas veces me sucede.
— ¿Ahogándote... en el agua?
— Sí, en el agua fría, por la noche.
No dijo nada más e incluso se despidió de Edouard con cierta brusquedad.
George Duhamel, en Dos hombres.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment