Tuesday, March 27, 2012

Monday, March 26, 2012

El azul de las pequeñas ciruelas maduras


La palabra recientemente se ha transformado desde que te encerraron. Hoy no tengo ganas de escribir sobre cuánto tiempo hace ya de eso. La palabra recientemente ahora abarca todo ese tiempo. Antes significaba unas semanas o antes de ayer. Recientemente, tuve un sueño.

En el sueño había una carretera, una carretera peligrosa, llena de asechanzas. Era una carretera polvorienta, sin asfaltar y con unas rodadas muy, muy profundas. Muchos habían perdido la vida o habían caído heridos en ella en diferentes momentos. Esto lo sabía en el sueño: estaba escrito de algún modo en su superficie. Iba caminando por esa carretera, y llevaba el corazón roto, pero no tenía miedo. Tal vez fuera la carretera de nuestros refugiados. Esto lo pienso ahora, porque en los sueños suceden estas cosas, pero cuando estaba en el sueño no lo pensaba. Sólo caminaba, y en un momento determinado apareció a mi derecha una formación rocosa, alta como la pared de una habitación. Me detuve y, no sin cierta dificultad, la escalé. ¿Y qué vi desde ahí arriba? No sé qué palabras usar. Las palabras nunca vienen en tu ayuda. Pero entre las palabras inútiles verás lo que vi. Varios montones de ciruelas, pilas, rimeros, cargamentos de ciruelas azules cubiertos de escarcha. Y dos cosas me sorprendieron, amor mío. En primer lugar, su tamaño: con cada uno de los montones se podría haber llenado un tren de mercancías de cuarenta vagones. No eran muy altos, pero sí muy anchos y muy largos. Y en segundo lugar, me sorprendió su color. Pese a la escarcha, el azul de las ciruelas era incandescente, radiante. No te equivoques: ningún cielo tiene ese azul; era el azul de las pequeñas ciruelas maduras. Y su azul es lo que quiero hacerte llegar esta noche a la celda, mientras escribo a oscuras.


John Berger, De A para X

Wednesday, March 21, 2012

Multitudinario


"Si el periodismo está muriendo, el funeral tendrá la mayor cantidad de asistentes de la historia".

Dijo Robert Boynton.

Saturday, March 17, 2012

La más servil de todas las actitudes

¿Acaso las críticas de literatura contemporánea no son una permanente ilustración de la capacidad de juzgar? "Ese gran libro", "Ese libro vacío", el mismo libro es llamado de las dos maneras. Ni el elogio ni la censura significan nada. No, por agradable que pueda ser el pasatiempo de medir, es la más fútil de todas las ocupaciones, y el someterse a los decretos de los medidores, la más servil de todas las actitudes. Todo lo que importa es que escriban lo que quieran escribir; y nadie puede decir si importará una eternidad o sólo unas horas. Pero sacrificar un sólo cabello de su visión, un sólo matiz de su color, en consideración de un director de escuela con un cacharro de plata en sus manos, o a algún profesor con una vara de medir en la manga, es la traición más abyecta; y el sacrificio de la riqueza y la castidad (que solía considerarse el mayor de los desastres humanos) es, en comparación, una mera picadura de pulga.

Virginia Woolf, en El cuarto propio.

Friday, March 16, 2012

Un sueño intranquilo y ruidoso


Había momentos en que el propio pasado te volvía, como a veces cuando uno no tiene ni un momento para sí; pero volvía en forma de un sueño intranquilo y ruidoso, recordado con asombro en medio de las realidades abrumadoras de ese extraño mundo de plantas, y agua, y silencio.


Joseph Conrad, en El corazón de las tinieblas.

Hoy

Sunday, March 4, 2012

Camus II



Ah, sí, el calor era terrible y a menudo volvía locos a casi todos, cada día más nerviosos y sin fuerzas ni energías para reaccionar, gritar, insultar o golpear, y el nerviosismo se acumulaba como el calor, hasta estallar aquí o allá en el barrio, leonado y triste, como aquel día en que, en la Rue de Lyon .—casi en el borde del barrio árabe llamado el Marabout, alrededor del cementerio tallado en la greda roja de la colina.—, Jacques vio salir del local polvoriento del peluquero moro a un árabe vestido de azul, con la cabeza rasurada, que dio unos pasos en la acera delante del niño, en una extraña actitud, el cuerpo inclinado hacia adelante, la cabeza mucho más echada hacia atrás de lo que parcía posible y, en efecto, no lo era. El peluquero, que había enloquecido mientras lo afeitaba, había abierto de un solo navajazo la garganta ofrecida, y el otro no sintió, bajo el suave filo, sino la sangre que lo asfixiaba, y salió corriendo, como un pato semidegollado, mientras el peluquero, dominado inmediatamente por los clientes, lanzaba unos gritos terribles, terribles como el calor durante esos días interminables.

Albert Camus, en El primer hombre.

Hieronymus Bosch


Camus I


El juego consistía entonces en avanzar contra el viento, levantando la palma cada vez más. El vencedor era el que podía llegar primero al extremo de la terraza sin que el viento le arrancase la palma de las manos, permanecer de pie enarbolándola en la punta de los brazos, con todo el peso apoyado en una pierna adelantada, y luchar victoriosamente y durante el mayor tiempo posible contra la fuerza rabiosa del viento. Allí, erguido, dominando aquel parque y aquella meseta bullente de árboles, bajo el cielo surcado a toda velocidad por enormes nubes, Jacques sentía que el viento venido de los confines del país bajaba a lo largo de la palma y de sus brazos para llenarlo de una fuerza y una exultación que le hacía largar largos gritos, sin parar, hasta que, con los brazos y los hombros rotos por el esfuerzo,, abandonaba por fin la palma que la tempestad se llevaba de golpe junto con sus gritos. Y por la noche, en su cama, deshecho de cansancio, en el silencio del cuarto donde su madre dormía con un sueño ligero, seguía oyendo aullar el tumulto y el furor del viento, que amaría toda su vida.

Albert Camus, en El primer hombre.

Hoy

Friday, March 2, 2012

Aullar en silencio

Un escritor es algo extraño.
Es una contradicción y también un sin sentido.
Escribir es también no hablar.
Es callarse.
Es aullar sin ruido.

Marguerite Duras, en Escribir.