Sunday, March 4, 2012

Camus II



Ah, sí, el calor era terrible y a menudo volvía locos a casi todos, cada día más nerviosos y sin fuerzas ni energías para reaccionar, gritar, insultar o golpear, y el nerviosismo se acumulaba como el calor, hasta estallar aquí o allá en el barrio, leonado y triste, como aquel día en que, en la Rue de Lyon .—casi en el borde del barrio árabe llamado el Marabout, alrededor del cementerio tallado en la greda roja de la colina.—, Jacques vio salir del local polvoriento del peluquero moro a un árabe vestido de azul, con la cabeza rasurada, que dio unos pasos en la acera delante del niño, en una extraña actitud, el cuerpo inclinado hacia adelante, la cabeza mucho más echada hacia atrás de lo que parcía posible y, en efecto, no lo era. El peluquero, que había enloquecido mientras lo afeitaba, había abierto de un solo navajazo la garganta ofrecida, y el otro no sintió, bajo el suave filo, sino la sangre que lo asfixiaba, y salió corriendo, como un pato semidegollado, mientras el peluquero, dominado inmediatamente por los clientes, lanzaba unos gritos terribles, terribles como el calor durante esos días interminables.

Albert Camus, en El primer hombre.

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