Thursday, October 22, 2009

Conurbano

Hoy, cuando cruzaba la vía, vi a un chico que tenía un palo. En la punta del palo había una cotorra.

Una cotorra normal, como las que se juntan de a montones en las palmeras de la plaza central de San Martín, sólo que teñida de amarillo.

Los ojos entrecerrados, las plumas húmedas pegadas al cuerpo. Sufría.

Quizás, fue eso lo que me puso triste.

O el chico, que estaba vendiendo la cotorra.

1 comment:

nanolefou said...

Un detalle: parece que son cotorras o loros barranqueros, de los más comunes, que los destiñen con agua oxigenada. Una vez vi una denuncia, los vendían como papagayitos paraguayos. Lo cierto es que finalmente parece que el trance es hepatotóxico, y el bichito muere al tiempo.
Da mucha pena: el sábado (yo soy pampeano) vi un tipo que iba en una zanellita, con mujer e hijos subidos como equilibristas, llevando un siete cuchillos en una tramperita (Saltator aurantiirostris, también: Pepitero de Collar, Pica huesos)
Lo mismo pasa con el cardenal amarillo acá: quienes los cazan y lo depredan, son la gente más humilde, y uno siente mucha pena, porque se ve que es algo muy difundido culturalmente, sobre todo entre la gente que menos acceso tiene a la difusión de los conceptos de cuidado del medio ambiente y especies en peligro.
Mientras exista pobreza y no todos podamos acceder a la información que nos pueda volver concientes de lo que estamos haciendo, la fauna de nuestro país va a estar jodida. Es un intríngulis muy duro...yo también pienso en el pibe antes que en la cotorrita, mucho más.