Tuesday, October 27, 2009

Crítico

—“Hoy, cuando cruzaba la vía, vi“. ¿Todos los días cruzás la vía?

— No.

— ¿Y entonces porqué no “Hoy crucé la vía y vi”?

— No quise destacar que cruzaba la vía, sólo lo comentaba para situar al lector y que supiera dónde había visto yo al chico que tenía el palo.

— ¿El chico estaba de pie?

— No. Estaba sentado sobre esos caños que ponen al lado de la vía para que los peatones tengan que atravesar en zig zag y no pasen corriendo.

— ¿Y, entonces, por qué no ubicaste al chico sentado ahí?

— Sabés por qué.

— Claro que sé, yo lo escribí. Pero se trata de un diálogo crítico. No vas a pretender censurarte (me).

— No sabía cómo se llaman esos caños y habría quedado confuso. No era importante si el chico estaba sentado o de pie, sino que tenía un palo y en la punta del palo había una cotorra.

— Había una cotorra...

— ¿Qué tiene?

Habemus papam. La cotorra estaba posada en la punta del palo. Se había detenido ahí o alguien la había puesto, no “había”, como “había una vez”.

— Es una convención de lenguaje. Acepto la búsqueda de la precisión, pero tampoco podemos escarbar hasta que las palabras, de tanto repetirlas, suenen absurdas. Por otro lado, al verla, yo sólo sé que está ahí, desconozco si minutos antes se había posado allí o alguien la había puesto.

— Una cotorra “normal”. ¿Me definirías los parámetros de normalidad de las cotorras?

— Sabés de qué estoy hablando por que vos escribiste eso. Usé (usamos) la palabra “normal” para, luego, oponer el hecho de que estaba teñida de amarillo. Además, definí (definimos) los parámetros de normalidad: “como las que se juntan de a montones en las palmeras de la plaza central de San Martín”. Ésas, porque nosotros lo quisimos arbitrariamente, son las normales.

— ¿Cómo estarían las plumas húmedas sino pegadas al cuerpo? ¿Flotando alrededor del animal?

— Sos (soy) un ser despreciable. ¿Cómo describirías al animal todo mojado de pintura amarilla?

— Los ojos entrecerrados. Gotas amarillas le caían de las plumas de la cola.

— No me convence.

— Da igual. Ponés “sufría”. Ahí hay un claro salto del punto de vista. No sabés si el animal sufría o no porque no sos el animal. Debiste escribir “parecía sufrir”.

— Basta.

— El final no está mal. Pero yo lo habría terminado de otra forma.

— ¿Sabés qué es lo bueno de autocriticar un texto y ser el que tipea? Que cuando uno (vos) se pone demasiado insoportable, el otro (yo) puede ignorarlo y no transcribir ni una palabra más.
Decí lo que quieras. Y escuchá el silencio.

3 comments:

Nadie Nunca Nada.- said...

siempre tenés (tenemos) estas guerras mentales. Es el minuto a minuto de la conciencia.
Abrazo!

j.b.-

Anonymous said...

Intención del hablante. Toda palabra y forma tienen un motivo. Probá con eso.


A los críticos hay que matarlos con la evidencia de su ignorancia. Hay teorías para todo, vas a ver.

Ø said...

Expliquenoa, anónimo, su teoría de la intención del hablante.