Thursday, March 12, 2009

Confieso (o "Los posibles motivos de la existencia de una palabra irreal como 'felicidad'")

Lo debo haber hecho cuatro o cinco veces en mi vida. Cuando me pongo contento en serio, alzo los brazos, los pongo rígidos como si los codos no se articularan, y grito; grito en voz baja, grito ronco. Grito como si pronunciara la letra “e”, y luego la letra “a”, sin que me importe nada, hasta ahogarme, hasta necesitar una respiración desesperada. Salto de un lado a otro, como un nene. (Esto sólo lo puedo hacer si estoy solo). Sigo gritando. Muerdo fuerte los dientes y sigo gritando hasta ser consciente de lo que acaba de pasar, dejo de gritar y ahí sí, siento las lágrimas. Cierro fuerte los ojos y siento, asomando, las dos o tres lágrimas que me permito. Y sonrío. Con los ojos cerrados sonrío, me quedo así, sin abrirlos, sintiendo eso. Que puede ser el amor, la certeza de que algo es genial, o la simple confirmación de que, a veces, unas muy pocas veces (me ha pasado, luego se derrumban por la decisión de otro, alguien que no soy yo) con poco, con muy pero muy poco, uno puede alcanzar esos fugaces instantes de felicidad; los únicos que, creo, le dan sentido a la existencia de una palabra así, tan falsa, poco concreta e imposible de alcanzar.

2 comments:

Nadie Nunca Nada.- said...

la felicidad es un instante. Un chocolatín Jack.
Bien ahí con la cabecera.
Abrazo.-

Ø said...

A veces son varios instantes. Chispas, como las de chocolate que vienen en algunas galletitas colesterolosas.