Wednesday, June 11, 2008

Nadar




Dejo el carné, así, sin “t” como indica la Real Academia Española, en la mesa donde suele estar la gorda, morocha, risa fácil, que atiende y, de vez en cuando, se fija si la revisación está vencida y sí, siempre está vencida, pero no importa, los carnés se apilan sin que nadie, menos la gorda morocha de risa fácil que pasa el tiempo hablando con el guardavidas, los controle.

Bajo las escaleras, las ojotas blancas hacen un ruido raro al tocar los escalones húmedos. Dejo la toalla sobre el caño, me descalzo. Las ojotas blancas quedan cerca de otras ojotas, pero verdes y de nene. Llevo las antiparras negras, camino unos pasos, en el borde me agacho. Siempre entro a la pileta por la parte profunda. A pesar de que todos entran por la parte baja, no encuentro motivos para cambiar así que sigo como empecé, entrando por la parte profunda. Nadie me dice nada, el guardavidas habla con la gorda morocha que no revisa los carnés.

Me tiro. El agua está entre tibia y fría, pero la sensación al sumergirme supera cualquier análisis de temperatura. En posición vertical, muevo las piernas como las movería una rana en caso de querer ponerse antiparras y, para no ser menos que un simple batracio, me pongo, yo también, los anteojos, acuáticos y sin aumento.

Me impulso con los pies, empujo la pared de venecitas celestes y nado, muevo los brazos y las piernas en forma circular, pienso, nunca me olvido: la parte baja corresponde a largos impares, mientras que la profunda, donde nunca hay nadie, a la de números divisibles por dos.

Nado y nado y nado pero no me canso como me cansa correr, nado pecho, aunque en un momento me aburro o me falta el aire y tengo que parar, suelo hacerlo en la parte profunda, donde nadie para y estoy solo y puedo agarrarme del borde, meter la cabeza, soplar y ver las burbujas subir a la superficie, como si el agua de la pileta hirviera o el cloro reaccionase, mediante compleja combustión, con la saliva de mi boca.

Quizás sea la hora en la que voy, tal vez la época del año, no muchos nadan conmigo. De vez en cuando, una vieja, agarrada a un salvavidas, flota vegetal y simula ser un camalote que obstruye el camino entre la parte baja y la de los números divisibles por dos.

Voy, vengo y cuento los largos como si ese número, sesenta, ochenta, cien, importara para algo más que para poder decir, al final del recorrido, hoy, viernes seis de junio, nadé, en total, unos dos mil quinientos metros. Cuento los largos y trato de no equivocarme, como si llegar a un número divisible por diez fuera una especie de proeza, hazaña o meta a cumplir. Creo, lo decido ahora, mientras escribo, que la próxima vez, luego de ir y venir entre la parte baja y la de los números divisibles por dos, terminaré el recorrido obviando el exacto e infalible sistema decimal.

4 comments:

Ninna Salusso said...

Lo suyo es impecable Bianchini. Es un placer pasar por acà y encontrarme con este tipo de cosas.

Le mando un beso con chocolate.

Anonymous said...

che meolans! que la gorda no es gorda y es mi amiga!! Esta semana me decido y vuelvo a practicar brazadas! Espero nos encontremos para chusmear!!!

Unknown said...

Otro que me gustó. Me recordó a cuando iba a nadar en la pileta del SUTERH.

Hace unos días escribí algo similar en un mail en cadena, similar al menos en el tópico:

"A veces es tanto el miedo, que primero tanteamos la temperatura del agua con la punta de un involuntario y kamikaze dedo gordo que se repliega para no mojarse.
Este testeo tiene, al menos, dos resultados: o bien sirve para mostrarnos cobardes y hacernos abandonar la idea de un über-refrescante chapuzón, o bien nos confirma que la temperatura del agua es aceptable y, con suerte, agradable (es decir, nos recuerda-sin-poder-recordar al jugo de placenta).

Pero los verdaderos aficionados al chapotazo, aquéllos que jamás desaprovechamos las contadas oportunidades de zambullirnos en una piscina/arroyito/laguna/charquito/palangana que la vida nos ofrece hemos aprendido que el disfrute está en esa seguidilla de pensamientos temerosos y acciones temerarias: todo comienza con las ganas de meterse al agua seguidas por el temor que nos genera desconocer la temperatura de "la que nos espera" seguido por un pensamiento de determinación seguido por una sensación de libertad seguida por un abandono del temor seguida por una liberación de adrenalina seguida por una corrida seguida de salto seguido de centésimas de segundo de suspensión en el aire seguidas de otro flujo de adrenalina seguido por el pensamiento de que "ya no hay vuelta atrás" seguido por la inevitable inmersión en las inevitables aguas seguido de todo aquello que cada uno de ustedes sienta en cuerpo, mente y alma cada vez que se arroje a lo que los espera sin saber qué es lo que los espera."

Pseudo-filosofía batata.

Ø said...

Gracias, Salusso.

Anónima, digamos que la chica es un tanto corpulenta; cosa que nada tiene que ver con la amistad que usted pueda tener con ella.

Maniquí, gracias por su aporte textual.