Monday, November 15, 2010

Fríos


Desde el teleférico, la ciudad parece de juguete. Las nubes, o algo menos denso que las nubes; una especie de niebla que se mezcla con el cielo cubre la cima de las montañas. De a ratos, se ven los picos llenos de nieve brillante.

Abajo, un coche blanco recorre la ruta junto al lago. El sol pega en los techos de las casas que cubren el pueblo. Son como chapitas. Algunas, encandilan. El agua del Nahuel Huapí es azul intenso. Cerca de la costa, personas diminutas se delizan sobre el agua arrastradas por cometas de colores. Hay mucho viento: cerca de 25 nudos (46,3 kilómetros por hora). Un pájaro oscuro, parece un aguilucho, sobrevuela el lago. No bate las alas, planea hasta posarse sobre una roca cerca de la orilla. Allí, a unos metros, varios espectadores de la octava fecha del campeonato mundial de kite surf, con sweaters y camperas térmicas, tiemblan. El aire está helado.


La chica de la cometa negra y rosa acaba de caer al agua. Tiene un traje de neopreno de cinco milímetros de espesor. Está descalza. Sin embargo, el problema es el frío en las manos. Las lleva descubiertas porque necesita agarrarse bien de la barra y porque los guantes le hacen perder sensibilidad. Siente un dolor que viene desde adentro: pareciera nacer en los huesos y fluir a través de la sangre. Bruna no sabe qué hacer para detenerlo y por eso, ahora, en la carpa de la organización, llena un vaso con agua caliente de un dispenser y mete los dedos amuchados. Un dolor horrible que no pasa. Las manos le tiemblan como si fueran de otra persona. Los labios, morados. La boca rígida le dificulta el habla.


Pero no hay tiempo para sufrir el frío. Ahora, de nuevo, al lago a competir. Sale de la carpa, prepara la cometa. Tensa los cables, se sube a la tabla y se mete en el agua. Hace una pirueta: pasa la barra por detrás de la espalda y vuela con la barra agarrada a una sola mano, la clásica pose de Superman. Luego desciende, se apoya en el agua, armoniosa como una hoja otoñal.


Intenta otro truco, pero quizá por el viento o por el cansancio, cae al agua helada. La respiración se le corta, el aire se va, siente que alguien la golpea con fuerza en la boca del estómago. Trata de sacar la cabeza, pero es tarde. Miles de agujas sobre la piel. Lo que se siente en la nariz y la boca al tomar algo muy frío, sólo que expandido en toda la cara.


El frío le duele. Sin embargo no piensa, el hit sólo dura siete minutos y hay que hacer la mayor cantidad de trucos posibles. Se incorpora, tracciona la cometa. Y entonces salta, se eleva unos metros y ahí sí. Ve todo desde arriba, se olvida de que hay una tabla, una cometa, un deporte. Sólo el frío que sube desde el estómago, un frío diferente a los otros fríos, distinto al de Bariloche, al del viento pesado, al del Agua del Nahuel Huapí; un frío agradable que le inunda los poros de libertad.

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