Friday, January 21, 2011

Librerías*


Mi primer trabajo fue en una librería de las grandes.

En una de esas sobre Corrientes, con lugar para presentación de libros y un empleado que se encarga, solamente, de cuidar que nadie robe lo que no es suyo.

Trabajar en una librería es como vender fiambre, sólo que socialmente mejor visto.

Es como estar adentro de internet.

Es un histeriqueo literario y constante.

Sábado a las doce y media de la noche: disculpame, me podrías bajar ése de allá, el amarillo, que quiero verlo.

Saber que esa persona, que va a ir al cine en un rato, ahora, no tiene un carajo que hacer así que te pide ése, el de allá, para hojearlo un poco.

Es llegar a tu casa y querer hacer cualquier cosa menos leer.

Es una mierda.

Supongo, claro, que habrá casos distintos. Yo no duré más de tres semanas.



*Este texto, de alguna forma, responde a otro, de Azucena Galettini, que se puede leer acá.


2 comments:

Azug said...

¿Vos decís que entonces fue una suerte de autoprotección incosciente la que me salvó del laburo?

María Eugenia Belich said...

Mi mamá fue, es y será por siempre vendedora de libros. Tuvo a su cargo gerencias de ventas de importantes editoriales y yo, que me crié en oficinas alfombradas y depósitos abarrotados de enciclopedias, se que el vendedor de libros es un gran embustero y pocas veces lee lo que vende. El público tampoco se diferencia mucho. "La gente compra por el color de las tapas y el papel semi mate anti-reflectivo a la luz", dice siempre mi mamá.