Oscurecía, a la hora en la que el mundo de tan
calmo parece quieto. Alguna luz, a lo lejos, una casa en medio del campo,
contrastaba con la inmensidad del cielo. Cuatro pájaros enhebraban el vuelo
sobre la fila de árboles que, ahora, cubrió la ventana. La falsa negrura detuvo
el paisaje y se vio en el vidrio espejado. La vio a ella, leyendo en silencio junto a él. Pensó: no quería que ese viaje terminara jamás.
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