Conoció otras mujeres. Se acostó con
ellas, intentando sin lograrlo recuperar las sensaciones de aquella tarde en
ese hotel barato. Sintiendo cada vez que la próxima sería mejor. Frustrado
apenas quitarse la ropa, con el convencimiento de que lo que buscaba no era un
rasgo físico, ni un estado de ánimo. Descubriendo, a su pesar, que los
recuerdos no vuelven: el tiempo los esmerila.
Se repitió en
mujeres tatuadas, estudiantes de filosofía, depresivas, pero en ninguna
encontró el brillo de la supuesta Gabriela.
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