Wednesday, October 6, 2010

Llueve


Empieza a llover. Las primeras gotas caen espaciadas, veloces; golpean intempestuosamente las hojas y caen al suelo con un largo suspiro, como aliviadas de una insoportable incertidumbre. Son grandes como postas, calientes, como si hubiesen sido disparadas por una escopeta; golpean el farol con un siseo agorero. Padre levanta la cara; tiene la boca abierta; un cerco húmedo y negro de tabaco está empastado a lo largo de la base de sus encías; desde el fondo del asombro que expresa su boca abierta le nacen, como fuera del tiempo, cavilaciones sobre esta última afrenta. Cash mira ahora al cielo, luego al farol. La sierra no se ha parado, no ha roto el resplandor andante de sus dientes, que se mueven como a impulso de un émbolo.

Traiga algo para tapar el farol dice.

Padre se dirige a la casa. La lluvia cae de golpe, sin que truene, sin aviso de ninguna clase. Corre hacia el porche. En un instante Cash queda empapado. Sin embargo, el movimiento de la sierra no ha cesado, como si la sierra y el brazo funcionasen con la tranquila convicción de que la lluvia fuera sólo una ilusión del entendimiento.

William Faulkner, en Mientras agonizo.

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