Thursday, August 26, 2010

Otro cumpleaños triste


— Disculpe. ¿Dijo algo?

— No. Hablo solo.

— ¿Usted es Fogwill?

— Sí. Por eso hablo solo.

**

Y la entrevista terminó, los dos arriba de un taxi, yendo a buscar a su hija más chica, que salía del curso de ingreso al Nacional Buenos Aires.

En realidad, había terminado un rato antes.

—Bueno. Yo voy para allá — dijo, señaló hacia un lugar, respiró, la boca abierta, como los peces cuando los sacan del agua, y nombró dos calles que seguramente se cruzarían en algún lado — Si te queda bien te llevo.

Claro que me quedaba bien. No tenía la más puta idea de si me estaba acercando o alejando de donde iba, pero compartir un taxi con Fogwill me quedaba bien. Seguro.

Paramos, subió la hija. A las tres cuadras, en aquel cruce de calles, yo me bajé.

Lo saludé con un beso.

— ¿Sabés, Ø? Cuando me llamaste pensé que eras un pelotudo. Llegué a la nota creyendo que iba a ser un embole. La misma mierda de siempre. Pero me cagaste. Estuvo entretenida.

Y al llegar a casa, inflado de ese orgullo idiota que, en momentos como éste nos damos cuenta, no sirve para un carajo, el mail, la frase: "No pares de nadar".

La flechita del mouse sobre la palabra "responder" y las letras: “¿No piensa dar un taller de escritura? Quiero ser su alumno”.

Al rato, la respuesta.

"Ni en pedo. preferiría tener un taller de chapa y pintura para arreglar el auto, ya mi prosa no tiene solución: chapa mala y oxidada".


Foto: Diego Sandstede.



2 comments:

A do outro lado da xanela said...

Gran contestación final. A mí también me hubiera gustado compartir carrera de taxi, aunque me dejara en el otro extremo del mundo.

Beso!

Josefina said...

Ah, suertudo. Te dejó ese regalo, te envidio. Y a nadar, che.