Tuesday, July 21, 2009

Hoy

Hace poco leí que unos médicos descubrieron la zona del cerebro donde uno inventa los recuerdos. No sé si era en el cerebelo o dónde. Creo que el lugar de la zona no es importante, lo importante es que si hay zona donde pasa: pasa.

Me doy cuenta de que elijo los recuerdos. Trato de borrar algunos. Suelo descartar los amargos, tristes, con sabor a acidez y a bola de angustia en la garganta. Elijo los otros, los empalagosos: los de música suavecita y café dulce, tan dulce que repulsa.

Recuerdos inventé siempre. Lo supe de chico. No sé en qué contexto, alguien me dijo que no, que el colchón no lo habíamos comprado al lado del consultorio de mamá. (Si pongo "mamá" parece que el narrador tuviera, por lo menos, cuarenta y cinco años. Si pongo "mi mamá" parece que, como mucho, tuviera quince. Elijo en función de cómo suena). Me acuerdo de haber comprado el colchón al lado del consultorio de mamá. Me acuerdo cuando lo llevamos por la calle, lo incómodo que era. No pasó. Pero me acuerdo. Me acuerdo de que era amarillo, tenía una bolsa que lo cubría, olor raro, como a goma. No pasó. Bueno, no pasó, pero me acuerdo que lo doblamos y lo subimos al auto y ahí entro en una nebulosa. El recuerdo no sigue. Debo haber inventado hasta ahí, pienso. Y pienso que es terrible. Es terrible recordar algo que no fue, convencerte y, lo peor, que el conformismo te baste y decidas no hacer más nada. Quedarte quieto en un sillón, recordando algo que, seguramente, podría haber sucedido.

1 comment:

Aldy said...

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió", canta el filósofo contemporáneo Joaquín Sabina. ¿O lo inventé? Esto es un camino de ida.