Wednesday, December 12, 2007

Terapia

Estoy por hacer un té. Escucho un grito. Otra vez le pegan a Claudia. ¿Cuántas van? Siempre le pegan: se está transformando en una costumbre.

El agua hierve. El silbido de la pava empieza a perforarme los oídos y escucho el grito de vuelta. Me acabo de levantar, tengo una resaca angustiosa: dolor de cabeza, acidez intensa y un millón de hijos de puta que no paran de generarme problemas. Debería alejarme de todo. Del viejo del alquiler, la inmobiliaria, las discusiones con Marta por la tenencia de los chicos y del grito de la puta que me retumba en los oídos encima del silbido agudo de la pava.

No doy más.

Tengo que terminar con esta basura y lo más cercano es el imbécil que le pega a Claudia en el departamento de arriba. Grito basta. Imagino a las vecinas viejas, escuchas atentas de la pelea, asustadas por mi bramido, pensando que estoy loco, enfermo, o algo peor.

—Hijo de mil puta. La tocás de vuelta y subo a matarte —vuelvo a decir en voz alta, aunque esta vez sin gritar.

—¿Quién sos? —escucho que responden y para mí es suficiente.


Agarro un palo de amasar. Salgo, cierro y subo, corriendo, el piso que me separa de ese infeliz que viene a representar la excusa perfecta para descargar todos mis problemas. Golpeo con el palo la puerta de Claudia. No sabía que las maderas de las puertas eran de un material tan de mierda. Las astillas vuelan, la madera cede. Me olvido del tipo, de Claudia, de Marta, de los chicos, la inmobiliaria y del millón de hijos de puta que tengo alrededor y golpeo con fuerza, concentrado como si de cada golpe que doy dependiera mi vida.

Tengo ganas de reírme, de llorar, de gritar que estoy contento, de acostarme y cerrar los ojos. Golpeo hasta que hago un hueco, se ve luz del otro lado, y escucho que Claudia me grita basta. Llora. Yo le digo, a la mierda de persona que está ahí adentro con ella, que se anime a salir, que venga y me pegue a mí. Que se haga cargo y no sea tan cagón. Pedazo de hijo de puta.

Pero no sale. Claudia llora del otro lado y me pide basta, por favor, basta. Golpeo una vez más, aunque despacio. No quiero que Claudia se sienta mal, y la puerta está hecha mierda. Así que le pido disculpas.

— Si te vuelve a pegar, llamame y lo matamos juntos —le digo, hablo en serio, me siento bien, más tranquilo. Esta cagada sirve como terapia…

Bajo la escalera. ¿La madera de mi puerta será igual de mala? Entro al departamento. No sé si hace más calor, subió la humedad o qué… El aire está distinto.

Voy a llenar la pava. El agua se evaporó. Tengo ganas de tomar té.

2 comments:

Eugenia S. said...

Me vuelve el alma al cuerpo con las historias de Claudia y él. :P
Qué día habrá tenido....

Diego Sagardía said...

Alienante, brillante. Salud!