Saturday, November 27, 2010

Hoy




"Están los que se creen importantes por viajar, por ganar una beca o por ser jurados de un concurso. A corto plazo, esto rinde beneficios. Pero, como decía alguien en un blog, son gente que se cree arriba de un caballo, sin darse cuenta de que está sentada sobre un pony con sueño”.

Rodolfo Enrique Fogwill.

Sunday, November 21, 2010

Hoy

"Los que quieren ser escritores leen las reseñas. Los que quieren escribir no tienen tiempo de leer las reseñas"

William Faulkner a The Paris Review.

Saturday, November 20, 2010

Hoy




Abro los ojos y la oigo.

¿O me despertó su placer?

Trato de escuchar.

Y después de ese grito, silencio.

El ruido del agua

contra el piso de la

bañadera.


Y el
cuadro
que gime
hiperrealista.

Thursday, November 18, 2010

Titiritero


A lo largo de su fecunda vida como contador de historias, Villafañe sólo había requerido de dos estímulos: el vino blanco y las bocas en forma de "o" de los niños. No era un hombre que buscara dinero u honores. Sin embargo, un día tuvo la suerte de conocer al rey de España. En su calidad de titiritero había manejado a muchos reyes, pero no sabía cómo tratar a uno de verdad. Así se lo dijo al rey Juan Carlos. Divertido por estar ante alguien que sabía manejar a los monarcas con hilos, el rey le prestó su coche para que volviera a casa. Villafañe no buscaba lujos, pero tenía su vanidad. Le fascinó regresar a su departamento madrileño en el coche de Juan Carlos. Para que los vecinos supieran de su importancia, le pidió al conductor que tocara la bocina. Por desgracia, nadie se dio por enterado. Sus amigos no estaban en casa. Entonces pidió que lo llevaran al bar del barrio, y también ahí tocó bocina. Esa tarde, los habituales de las tertulias habían hecho una excepción. Fue en vano que el chofer tocara la bocina. Nadie supo que el titiritero era amigo del rey.


Juan Villoro, en 8.8 El miedo en el espejo

Monday, November 15, 2010

Fríos


Desde el teleférico, la ciudad parece de juguete. Las nubes, o algo menos denso que las nubes; una especie de niebla que se mezcla con el cielo cubre la cima de las montañas. De a ratos, se ven los picos llenos de nieve brillante.

Abajo, un coche blanco recorre la ruta junto al lago. El sol pega en los techos de las casas que cubren el pueblo. Son como chapitas. Algunas, encandilan. El agua del Nahuel Huapí es azul intenso. Cerca de la costa, personas diminutas se delizan sobre el agua arrastradas por cometas de colores. Hay mucho viento: cerca de 25 nudos (46,3 kilómetros por hora). Un pájaro oscuro, parece un aguilucho, sobrevuela el lago. No bate las alas, planea hasta posarse sobre una roca cerca de la orilla. Allí, a unos metros, varios espectadores de la octava fecha del campeonato mundial de kite surf, con sweaters y camperas térmicas, tiemblan. El aire está helado.


La chica de la cometa negra y rosa acaba de caer al agua. Tiene un traje de neopreno de cinco milímetros de espesor. Está descalza. Sin embargo, el problema es el frío en las manos. Las lleva descubiertas porque necesita agarrarse bien de la barra y porque los guantes le hacen perder sensibilidad. Siente un dolor que viene desde adentro: pareciera nacer en los huesos y fluir a través de la sangre. Bruna no sabe qué hacer para detenerlo y por eso, ahora, en la carpa de la organización, llena un vaso con agua caliente de un dispenser y mete los dedos amuchados. Un dolor horrible que no pasa. Las manos le tiemblan como si fueran de otra persona. Los labios, morados. La boca rígida le dificulta el habla.


Pero no hay tiempo para sufrir el frío. Ahora, de nuevo, al lago a competir. Sale de la carpa, prepara la cometa. Tensa los cables, se sube a la tabla y se mete en el agua. Hace una pirueta: pasa la barra por detrás de la espalda y vuela con la barra agarrada a una sola mano, la clásica pose de Superman. Luego desciende, se apoya en el agua, armoniosa como una hoja otoñal.


Intenta otro truco, pero quizá por el viento o por el cansancio, cae al agua helada. La respiración se le corta, el aire se va, siente que alguien la golpea con fuerza en la boca del estómago. Trata de sacar la cabeza, pero es tarde. Miles de agujas sobre la piel. Lo que se siente en la nariz y la boca al tomar algo muy frío, sólo que expandido en toda la cara.


El frío le duele. Sin embargo no piensa, el hit sólo dura siete minutos y hay que hacer la mayor cantidad de trucos posibles. Se incorpora, tracciona la cometa. Y entonces salta, se eleva unos metros y ahí sí. Ve todo desde arriba, se olvida de que hay una tabla, una cometa, un deporte. Sólo el frío que sube desde el estómago, un frío diferente a los otros fríos, distinto al de Bariloche, al del viento pesado, al del Agua del Nahuel Huapí; un frío agradable que le inunda los poros de libertad.

Monday, November 8, 2010

Facebook*

Voy a hacer un Facebook.

Quiero que me miren.

Que vean las fotos en Madrid, el gato desnutrido.

Que comenten.

Qué suerte tiene. Pobre pibe. Mirá dónde estuvo.

Quiero una pose gratuita de modelo: la mirada perdida.

Quiero acumular, bajo la foto, decenas de obviedades, estupideces superfluas.

Comentarios simples que me arranquen una sonrisa, me despedacen los labios, me desangren las encías.

Qué lindo bebé. Una fiesta inolvidable. Y yo, aprendiendo a manejar con lluvia.

Quiero que el tío Pocho me pregunte cómo andás de la diarrea.

Quiero que sepan lo que siento.

Quiero expresarme.

¿No entienden?

Quiero expresarme.



*El amigo Omar Claveroni, en Gritos calvos y otros delirios.

Sunday, November 7, 2010

Dos dólares


Y siempre usabas muchas sombra verde alrededor de los ojos. Te acercabas con tu vestido de seda crujiente. Como si hubieras sido hueca. Oías con tus ojos grandes. Y el primer día que pasamos a bordo no quise que gastaras dos dólares para alquilar una reposera. Ahora te dejaría. Ahora te dejaría hacer cualquier cosa Helen, ahora podrías alquilar dos o tres reposeras y yo no te diría una sola palabra. No era por el dinero, era porque tenías muy mal aspecto y pensé que te helarías de frío en la cubierta. Y nadie sabía lo enferma que estabas. Y tiré de la toalla. Te la arranqué de las manos cuando me dijiste que gastarías esos dos dólares. No era por el dinero. Ahora rompería dos dólares aquí mismo, en esta estación de subte. Díos mío, era por el dinero.

Te he perdido.

J. P. Donleavy, en Cuento de hadas en Nueva York.



Monday, November 1, 2010

.


Nadar.

Sumergirse en una pileta clorada a niveles insoportables, en un mar salado, en un río marrón camalote.

Dos brazadas, respiración, dos brazadas.

Hasta cansarse. Hasta sentir en la boca esa sequedad ácida.

Y después, si queda algo dentro, recién ahí.

Aunque no sirva para nada.